miércoles, 24 de febrero de 2021

Carta o epístola. Módulo introductorio.

Carta III                                    

  Inglaterra, 7 de julio de 17...


Sra. Saville:

Querida hermana: 

                                        Escribo estas pocas líneas con prisa, y para decirte que estoy a salvo y muy adelantado en mi viaje. Esta carta llegará a Inglaterra en un buque mercante que parte dentro de poco de regreso desde Arcángel, más afortunado que yo, que tal vez pasaré muchos años sin ver mi tierra natal. A pesar de eso, mi ánimo se mantiene firme: mis hombres son valerosos y al parecer decididos, sin que parezca impresionarlos los témpanos flotantes que cruzamos continuamente y que son señal de los riesgos que ofrece la zona hacia la cual nos acercamos. Hemos ya alcanzado una latitud muy alta, pero estamos en pleno verano y, aunque no hace tanto calor como en Inglaterra, los vientos del Sur que nos impulsan con rapidez hacia las costas que con tanto ardor deseo tocar, traen un hálito templado, del que no esperaba gozar.

                                    Hasta ahora no nos ha pasado nada digno de contar. Uno o dos huracanes y alguna vía de agua son cosas que los navegantes experimentados apenas recuerdan. Me consideraré muy feliz si nada peor nos sucede durante el viaje.

                                    Adiós mi querida Margaret. Ten la seguridad de que, por mi propio bien y por el tuyo, evitaré riesgos inútiles. Seré tranquilo, perseverante y prudente. Mas el triunfo tiene que coronar mis esfuerzos. ¿Por qué no? Hasta ahora he avanzado por ruta segura sobre los mares sin límites ni marcas. Las estrellas mismas son testigos y testimonio de mi triunfo. ¿Por qué no he de seguir avanzando por el elemento indomado pero obediente? ¿Qué puede contener al corazón decidido y a la firmeza de voluntad de un hombre? Mi esperanzado corazón se vuelca así, involuntariamente, en esta carta. Pero tengo que ponerle fin. 

                                    ¡Dios bendiga a mi hermana querida!

                                     Tuyo afectuosamente,

                                                                                                              Robert Walton


Fragmento de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary W. Shelley

                                

Carta o epístola de Juan Zorrilla de San Martín a su hijo José Luis.

                                                     Montevideo, 20 de mayo de 1914


Mi querido José Luis:

                               Llegaron ayer las dos cartas suyas, una para Elvira y otra -por fin- para mí. El correo anda como la mona. Ya se regularizará y acaso aparezcan las cartas que por lo visto has mandado y se han perdido. Mucho me ha interesado tu impresión de París y la calle Lubeck donde vives.

                                ¿Conque has sufrido un desencanto con el gran Rodin? No me sorprende. Los sufrirás y mayores de los que puedas imaginar. Pero son desencantos  educativos. Eso es todo: ver las realidades a través de las apariencias: evitar la poudre aux deux, los prestigios clamorosos.

                              Por esta santa casa, la procesión sigue su curso, mi ruda labor de Punta Carretas me impidió, efectivamente, tener el gusto de recibir el otro día a Bimba; pero he encargado a Elvira que la invite en mi nombre a comer uno de estos días con nosotros. No faltará, por cierto, ni el fiambrecito ni las bananas clásicas con que se obsequia a las personas que nos son queridas en este hogar.

                            Y nada más por ahora, pues mi principal objeto ha sido, al escribirte cuatro letras, el no contar con las promesas de tus activos hermanos. Recibe, pues, por mi intermedio, el abrazo de ellos. Y muy especialmente el muy cariñoso de 

                                                                     Tu padre


                                   A mí me aplauden. Las historias que China no contó. Diego Fischer.