domingo, 6 de octubre de 2019

Para alumnos de 1er. año.


Contemplando aquel lugar que parecía arrasado por el fuego, sentí deseos de ponerme a llorar. Llorar por mi suerte y por la de mis compañeros y por la del Capitán y su descabellada empresa, y la de cuantos locos como nosotros hay en el mundo: y así lo hubiera hecho, de no haber oído en ese instante los gritos de Juan Ginovés, reclamando nuestra presencia y dando voces en su incomprensible dialecto.
Todos corrimos hacia él y, uno a uno, fuimos quedando como de piedra, contemplando un miserable pozo en cuyo fondo... en cuyo fondo brillaba... brillaba un agua barrosa que nos llamaba con sus destellos. Uno a uno fuimos cayendo de rodillas en el barro, disputándonos un espacio para mojar nuestros labios en aquel líquido caliente que sabía a sangre y tenía su color, pero que bebimos con fruición.
            Aplacada la sed, volvió a dominar la sensación de que nos observaban, y lo mismo sintieron mis compañeros; pero no vimos a nadie.
Llenamos varias pipas y emprendimos el regreso a las naves, con los ojos puestos en la espesa cortina vegetal,
La noche caía rápida, súbitamente sobre la selva agostada, llenando de sombras el estrecho sendero y agigantando el silencio circundante. En todo el trayecto, no tropezamos con la más mínima señal de vida, aquello semejaba un teatro desierto. Un mundo definitivamente clausurado y muerto.
Al llegar a la playa una enorme luna roja asomaba al fondo de la bahía por sobre las cumbres lejanas.
Esa noche dormimos en cubierta a causa del calor y vimos pequeñas hogueras encenderse en esas montañas aparentemente despobladas.
Era una extraña sensación, la de estar allí tendidos sobre unos maderos, en el centro del gran anfiteatro que formaba la bahía circundada de morros, mientras un mundo de seres y cosas desconocidas vigilaba nuestro sueño.
Durante los cuatro días que siguieron regresamos al pozo sin poder tomar contacto con los misteriosos habitantes de la aldea. No obstante, por las noches volvían a surgir de la nada los fuegos.
                                               Fragmento extraído de Maluco de Napoleón Baccino.

Para alumnos de 2o. año.


Biocombustibles agravan cambio climático

El uso de biocombustibles eleva mucho más que la gasolina el recalentamiento de la Tierra, pues su producción encarece los alimentos y, por lo tanto alienta la deforestación y la pérdida de praderas naturales que atesoran carbono.
"El uso de etanol equivale a emisiones de gases de efecto invernadero más perjudicial que el de la gasolina": dijo David Tilman, ecologista de la Universidad de Minnesota y coautor de uno de dos informes al respecto publicados el jueves pasado en la revista Science.
En principio, el uso de etanol derivado del maíz reduciría las emisiones gases invernadero respecto de la gasolina, pero no se consideró la reducción de la superficie de los cultivos de alimentos en un mundo hambriento. Esto eleva el precio de los alimentos y obliga a bosques y praderas que se conviertan en tierras de cultivo. Cada hectárea convertida emite a la atmósfera peligrosos gases invernaderos. (...)
Hay que hacer más estudios sobre el potencial de estas nuevas tecnologías. También se requiere el establecimiento de criterios internacionales para la producción de biocombustibles, que gobiernos y empresas apliquen y determinen sus inversiones.
Algunos biocombustibles ofrecen una fuente de energía relativamente barata pero tienen un impacto que resulta muy negativo sobre el clima. "En este contexto, es una idea bastante tonta usar alimentos como combustible", expresó Tilman.

                                  Stephen Leahy. Periodista medioambiental. Muy interesante, 2011