sábado, 6 de noviembre de 2021

El principito Cap. IV

CAPÍTULO IV

Había así aprendido una segunda cosa muy importante: que su planeta de origen era apenas más grande que una casa!

Eso no podía sorprenderme mucho. Bien sabía que aparte de los grandes planetas como la Tierra, Júpiter, Marte, Venus, a los que se les dio nombre, hay otros centenares que son a veces tan pequeños que cuesta mucho divisarlos con el telescopio. Cuando un astrónomo descubre uno de ellos, lo bautiza con un número. Lo llama por ejemplo: "el asteroide 3251."

Tengo serias razones para creer que el planeta de donde venía el principito es el asteroide B 612. Ese asteroide no fue visto más que una vez con telescopio, en 1909, por un astrónomo turco.

Había hecho entonces una gran demostración de su descubrimiento en un Congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le había creído a causa de su vestimenta. Los adultos son así.

Afortunadamente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, vestirse a la europea. El astrónomo repitió su demostración en 1920, con un traje muy elegante. Y esta vez todo el mundo estuvo de acuerdo con él.

Si les he contado estos detalles sobre el asteroide B 612 y si les revelé su número, es a causa de los adultos. A los adultos les gustan los números. Cuando uno les habla de un nuevo amigo, nunca preguntan sobre lo esencial. Nunca te dicen: "¿Cómo es el sonido de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? Colecciona mariposas?" Te preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?" Solo entonces creen conocerlo. Si uno dice a los adultos: "Vi una bella casa de ladrillos rosas, con geranios en las ventanas y palomas en el techo..." no logran imaginársela. Hay que decirles: "Vi una casa de cien mil francos." Entonces exclaman: "¡Qué lindo!"

Así, si uno les dice: "La prueba de que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Cuando se quiere un cordero, es prueba de que se existe", alzarán los hombros y te tratarán como a un niño! Pero si uno les dice: "El planeta del que venía es el asteroide B 612", entonces quedarán convencidos y no molestarán más con sus preguntas. Son así, no hay que disgustarse con ellos. Los niños deben ser muy indulgentes con los adultos.

Pero, claro está, ¡nosotros que comprendemos la vida nos burlamos de los números! Me hubiera gustado comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me hubiera gustado decir:

"Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él, y que necesitaba un amigo..." Para quienes comprenden la vida, habría resultado mucho más cierto.

Porque no quiero que mi libro se lea a la ligera. Siento tanta pena al contar estos recuerdos. Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Si intento acá describirlo, es con el fin de no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todo el mundo tuvo un amigo. Y puedo transformarme en un adulto que no se interesa más que por las cifras. Es entonces por eso que compré una caja de colores y lápices. Es duro volver a ponerse a dibujar, a mi edad, no habiendo hecho más tentativas que las de una boa cerrada y una boa abierta, a la edad de seis años! Trataré, por supuesto, de hacer retratos lo más fieles posibles. Pero no estoy bien seguro de lograrlo. Un dibujo va, y el otro ya no concuerda. Me equivoco también un poco con la estatura. Acá el principito es demasiado grande. Luego demasiado pequeño. Titubeo también sobre el color de su ropa. Entonces tanteo así y asá, mal que bien. Me puedo equivocar incluso en detalles más importantes. Pero me tendrán que perdonar. Mi amigo no daba nunca explicaciones. Posiblemente me creía parecido a él. Pero yo, lamentablemente, no puedo ver corderos a través de las cajas. Quizá sea un poco como las personas mayores. Debo haber envejecido.

 

domingo, 24 de octubre de 2021

Los colonos Crónicas marcianas

 Los hombres de la Tierra llegaron a Marte.

Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL CIELO. ¡VISITE MARTE! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la Tierra. Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños. Y cuando los estados de Illinois, lowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes, y más aún, cuando los Estados Unidos son sólo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.
No era raro, por lo tanto, que los primeros hombres fueran pocos. Crecieron y crecieron en número hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores.
Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.

lunes, 11 de octubre de 2021

La elección de los nombres. Crónicas marcianas

 Llegaron a las extrañas tierras azules y les pusieron sus nombres: ensenada Hinkston, cantera Lusting, río Black, bosque Driscoll, montaña de los Peregrinos, ciudad Wilder, nombres todos de gente y de las hazañas de gente. En el lugar donde los marcianos mataron a los primeros terrestres, había un pueblo Rojo, en recuerdo de la sangre de esos hombres. El lugar donde fue destruida la segunda expedición se llamaba Segunda Tentativa. En todos los sitios donde los hombres de los cohetes quemaban el suelo con calderos ardientes, quedaban como cenizas los nombres. Y, naturalmente, había una colina Spender y una ciudad Nathaniel York...

Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia los mares vacíos. Nombres de hechiceros sepultados en ataúdes herméticos y torres y obeliscos. Y los cohetes golpearon como martillos esos nombres, rompieron los mármoles, destruyeron los mojones de arcilla que nombraban a los pueblos antiguos, y levantaron entre los escombros grandes pilones con los nuevos nombres: Pueblo Hierro, Pueblo Acero, Ciudad Aluminio, Aldea Eléctrica, Pueblo Maíz, Villa Cereal, Detroit II, y otros nombres mecánicos, y otros nombres de metales terrestres.
Y después de construir y bautizar los pueblos, construyeron y bautizaron los cementerios: colina Verde, pueblo Musgo, colina Bota, y los primeros muertos bajaron a las sepulturas...
Y cuando todo estuvo perfectamente catalogado, cuando se eliminó la enfermedad y la incertidumbre, y se inauguraron las ciudades y se suprimió la soledad, los sofisticados llegaron de la Tierra. Llegaron en grupos, de vacaciones, para comprar recuerdos de Marte, sacar fotografías o conocer el ambiente; llegaron para estudiar y aplicar leyes sociológicas; llegaron con estrellas e insignias y normas y reglamentos, trayendo consigo parte del papeleo que había invadido la Tierra como una mala hierba, y que ahora crecía en Marte casi con la misma abundancia. Comenzaron a organizar la vida de las gentes, sus bibliotecas, sus escuelas; comenzaron a empujar a las mismas personas que habían venido a Marte escapando de las escuelas, los reglamentos y los empujones.
Era por lo tanto inevitable que algunas de esas personas replicaran también con empujones...

domingo, 12 de septiembre de 2021

 Los músicos

    Los niños daban largos paseos por el campo marciano. De cuando en cuando abrían las olorosas bolsas de papel y metían allí las narices y respiraban el penetrante aroma del jamón y de los encurtidos de con mayonesas y escuchaban el gorgoteo de la naranjada gaseosa en las botellas tibias. Balanceaban las bolsas de comestibles, repletas de cebollas verdes, acuosas y limpias, de olorosas salchichas, de roja salsa de tomate y de pan y se desafiaban mutuamente a desobedecer las órdenes severas de las madres. Corrían gritando:

    - ¡El primero se lleva todo!

    Paseaban en verano, otoño o en invierno. En otoño era más divertido, pues imaginaban entonces que arrastraban los pies entre las hojas otoñales de la Tierra

    Avanzaban imponiéndose silencio, unidos codo con codo, agitando sus palos, recordando que sus padres les habían dicho: "¡Allá no!" ¡A ninguna de las ciudades viejas! Cuidado a dónde vas. Recibirás la paliza más grande de tu vida cuando vuelvas a casa. "Te miraremos los zapatos".

    Una niña decía: "Aquí no hay nada". Y de pronto uno de ellos echaba a correr y entraba en la casa de piedra más próxima, cruzaba la sala y entraba en el dormitorio sin mirar alrededor comenzaba a dar puntapiés y a moverse con pasos arrastrados, y las hojas negras y quebradizas, volaban en el aire. Detrás de un niño corrían otros seis, y el primero hacía de músico, tocando los blancos huesos xilofónicos que yacían bajo los copos cenicientos. Una enorme calavera aparecía a veces rodando, con una bola de nieve y los niños gritaban. Las costillas parecían patas de araña y lloraban como un arpa de sonidos apagados, y los negros copos de la mortalidad volaban alrededor de la arrastrada danza de los niños. Se empujaban unos a otros y caían entre las hojas, en la muerte que transformado a los muertos en copos y sequedad, en un juego de niños con estómagos donde goteaba la naranjada gaseosa. (...).

    Luego de los niños, de rostros luminosos de sudor mordisqueaban el último emparedado. Y después de un puntapié fina, de un último concierto de marimba, de una última arremetida al montón de hojas otoñales, volvían a sus casas. Las madres les examinaban los zapatos en busca de copos negros y una vez descubiertos, venían los baños calientes y las palizas paternas...

                                                              Crónicas marcianas. Ray Bradbury.

                                            

domingo, 29 de agosto de 2021

 Crónicas marcianas


Las langostas

    Los cohetes incendiaron las rocosas praderas, transformaron la piedra en lava, la pradera en carbón, el agua en vapor, la arena y la sílice en un vidrio verde que reflejaba y multiplicaba la invasión, como espejos hechos trizas. Los cohetes vinieron redoblando como tambores en la noche. Los cohetes vinieron como langostas y se posaron como enjambres envueltos en rosadas flores de humo. Y de los cohetes salieron de prisa los hombres armados de martillos, con las bocas orladas de clavos como animales feroces de dientes de acero, y dispuestos a dar a aquel mundo extraño una forma familiar, dispuestos a derribar todo lo insólito, escupieron los clavos en las manos activas, levantaron a martillazos las casas de madera, clavaron rápidamente los techos que suprimirían el imponente cielo estrellado e instalaron unas persianas verdes que ocultarían la noche. Y cuando los carpinteros terminaron su trabajo, llegaron las mujeres con tiestos de flores y telas de algodón y cacerolas, y el ruido de las vajillas cubrió el silencio de Marte, que esperaba detrás de puertas y ventanas.

   En seis meses surgieron doce pueblos en el planeta desierto, con una luminosa algarabía de tubos de neón y amarillos bulbos eléctricos. En total, unas noventa mil persona llegaron a Marte, y otras más en la Tierra preparaban las maletas...

                                                                                  Ray Bradbury

sábado, 24 de julio de 2021

Reseña A tres metros sobre el cielo

 Título: A tres metros sobre el cielo

Título original: Tre metri sopra il cielo

Autor: Federico Moccia

Editorial: Debolsillo

No. de páginas: 464

Primera edición: 15 de octubre de 2008

ISBN: 978-84-0808238-5

Puntuación: 5 estrellas

Sinopsis: En Roma, como en cualquier otra ciudad del mundo, los adolescentes quieren volar, buscan caminar "tres metros sobre  eel cielo".

Las chicas como Babi se esmeran en sus estudios, hablan del último grito en moda y se preparan para encontrar el amor de sus vidas. Los chicos como Step prefieren la velocidad, violencia, riesgo y camaradería...

Pero todos ellos se implican en la vida como si cada segundo fuera el último. Pertencen a mundos distintos, sus sueños y deseos son antagónicos, pero tienen algo en común: el amor que les hará flotar y sostenerse, el amor que les hará encontrarse y cambiar: ella se tornará salvaje, él se tornará tierno. Mientras allí abajo, la vida real ya les reclama...

Opinión: Es un libro romántico muy bueno. Te hará reír, llorar y hasta enamorarte. Es un libro que trata de una historia de amor entre una buena chica de clase alta que se enamora de un gamberro. Personalmente, me encantó, es muy buena y me quedé enganchada desde el principio del libro. Creo que a vosotros también os gustará.


domingo, 6 de junio de 2021

Entrevista a una actriz de Crepúsculo

 Entrevista a una actriz de Crepúsculo


- Lexicón: ¿Cómo es hacer de vampiro? ¿Cómo te preparas para el papel?
- Rachelle: He preparado a Victoria como una mujer antes que como un vampiro. ¿Quién es ella? ¿Qué la ha hecho ser así? ¿Qué fue de su vida como mortal?… Me divierto mucho yendo por ese camino. Específicamente, para prepararla como vampiro leí los libros y los exploté. Ya que Stephenie la describe como un felino, he visto muchos ataques de leones en YouTube.
- Lexicón: ¿Cómo describirías el personaje de Victoria?
- Rachelle: Amenazante, despiadada, vengativa, traicionada, animal, herida, es decir, furiosa.
- Lexicón: No sabemos mucho de la historia de Victoria, ¿le has creado una tú misma?
- Rachelle: Claro que sí.
- Lexicón: ¡Cuál es tu escena favorita? ¿Alguna historia que te gustaría compartir?
- Rachelle: No tengo una escena preferida… Aunque está la escena en la cual Nikki y yo nos vimos las caras por primera vez, como Victoria y Rosalie. En realidad la escena no era acerca de nosotras y, finalmente, Catherine (la directora) tuvo que decir “Bueno, señoritas, contrólense”. Si hacemos más películas, espero que tengamos buenas escenas de pelea.
- Lexicón: ¿Qué elementos de tu vida has usado para crear a Victoria? ¿Se parece en algo a ti… aparte del cabello?
- Rachelle: Victoria representa una parte que todos tenemos dentro, pero que nadie quiere reconocer que está ahí, o fingimos que no existe. Ella es como seríamos nosotros si siguiésemos todos esos impulsos revoltosos, malvados.
                   
                                                   Entrevista a Rachelle Lefevre. Tus retos en español. Carmen Lepre.































































domingo, 9 de mayo de 2021

Entrevista a un booktuber: Rodrigo Éker

Desde Mendoza, Rodrigo Éker nos cuenta su experiencia como booktuber

Cuatro Bastardos: -¿ Desde cuándo subís tus videos en tu canal? ¿Cómo se te ocurrió la idea?

Rodrigo Éker: - Abrí el canal en enero de 2016. Tenía intenciones de hacerlo mucho antes, ya que miro videos de booktubers desde hace tiempo, pero lo abrí en el momento que creí más oportuno. Siempre he amado la lectura y me pareció una excelente manera de conectarme con lectores y escritores de todas partes del mundo. La comunidad de booktube, después de todo, es muy abierta y receptiva con todo aquel que decida involucrarse en ella.

CB - ¿Cuál es el primer video de tu canal que recomendás a tus lectores para conocerte?

É.R - Si es para conocerme desde lo personal, les recomiendo que miren mi video de "50 cosas sobre mí" donde hablo un poco sobre mis gustos personales, preferencias y otras cosas al azar. Con relación a la literatura, pienso que algunos de mis videos más logrados son "Ficción litera vs. ficción de género", "Cómo reducir tu biblioteca", y la serie de seis videos que hice para mi especial de Hallloween.

C.B:- ¿Por qué elegís un medio audiovisual? ¿Qué te permite este soporte?

É.R.- Creo que el futuro es audiovisual. Vivimos en una época de integración y multitasking. Las personas  -particularmente jóvenes- ya no se conforma con leer un libro o mirar una película. Quieren vivir una intersección de medios, inmediatez y retroalimentación. La participación es clave. Hemos roto la barrera entre el escritor y su público, el cineasta y su público. Hasta es posible interactuar con un político o una celebridad desde la comodidad de tu casa. Youtube es una herramienta muy poderosa para los escritores, ya que le pone una cara y una voz al creador y saca a relucir su personalidad a la vista de todos. Además -y esto es cierto para todo youtuber-, se crea una relación de cercanía muy particular entre el creador de contenido y el espectador, pues en cierto sentido se asemeja a una charla cara a cara entre uno y uno. Gracias a los comentarios, el intercambio se torna directo.

En lo personal, no encuentro muy complicado o demandante generar nuevo contenido o editarlo, pero todavía tengo dificultades para desenvolverme con naturalidad frente a la cámara. Es algo que me tocará superar de a poco.

C.B: - ¿Qué tipos de videos, reseñas, comentarios, consejos- subís?

É.R.: - Mayoritariamente subo reseñas, bookstags y wraps-ups (resúmenes de lectura). También he experimentado con otras expresiones de contenido literario (consejos, listas, reflexiones, análisis y especiales temáticos). Tengo muchos planes para diversificar el contenido en el futuro y siempre presto mucha atención a las sugerencias de mis seguidores. Ocasionalmente, he aprovechado para incluir un poco de contenido musical.

C.B.:- ¿Cómo te manejas con las redes sociales?

É.R.- Es un constante aprendizaje. Me concentro en tratar de articular los contenidos de mi blog, mi canal de Youtube, mi cuenta de Twitter, y mi feed de Instagram. Distintas plataformas atraen a distintos tipos de personas y requieren distintos acercamientos. Esa es una de las bellezas de nuestra era de redes sociales: los intereses más diversos puede converger para unir a la gente a través de sus pasiones.

C.B.:- ¿Cuáles son tus libros favoritos?

É.R._ Es difícil elegir, pero algunos de los que se me vienen a la mente son Moby Dick de Hermann Melville, Doktor Faustus de Thomas Mann, El idiota de Fyoror Dostioevski, Las olas de Virginia Woolf y las Correcciones de Jonathan Franzen. Son libros que, de alguna manera, han cambiado mi manera de pensar en el mundo y la literatura.

C.B.:- ¿Cómo es la relación con tus espectadores?

É. R.- He formado amistades. He abierto espacios de interacción -preguntas y respuestas- y planeo continuar haciéndolo en el futuro. Leo y respondo comentarios y siempre estoy pendiente de las dudas, consultas y opiniones de mis espectadores. En muchos sentidos hemos creado una micro comunidad que de a poco va creciendo. Algunos, incluso, han leído libros que he recomendado y yo también he leído otros que ellos me han recomendado. Es un constante ida y vuelta.

                        https://cuatrobastardos.com/2017/03/20/rodrigo-eker-entrevista-booktuber/




 

Fragmento de un cuento de Andrea Arismendi Miraballes Mes del Libro


    El lunes por la mañana la fiebre me acompañó durante la jornada de trabajo. Pasé las horas lentas, absolutamente inquieta, reconcentrada en los sucesos del día anterior, asustada por la cantidad de sangre que había salido de mi nariz, preguntándome si estaría enferma o hasta moribunda y no lo sabía. Al salir, el caníbal estaba parado en la acera frente al lugar donde aguardaba el bus. Me hacía señas con una mano, me saludaba, me invitaba a cruzar la calle. Lo ignoré como puede. Cuando llegué a mi casa intenté no pensar en lo que había ocurrido. Fue imposible. Cada vez que quiero escapar de un pensamiento, este se tornaba obsesivo y hasta sueño con él. No hay voluntad posible que nos aparte de nuestra mente. Decidí que no tocaría el maletín en unos días y que visitaría a mis padres en cuanto tuviera un día libre.

     La semana transcurrió entre la irrealidad de la vigilia y las pesadillas nocturnas. La presencia del caníbal era agobiante con su constancia; cada vez que salía del edificio estaba frente a mí, silencioso y gesticulando. La fiebre no cesaba, los recuerdos y pensamientos en torno al aljibe me acosaban continuamente. La cara imposible del mandril, sus compañeros, cada uno tan desagradable como él, me provocaban una especie e vértigo, una sensación de caída que me hacía incorporar en la cama a la noche. (…).
     Revolví papeles buscando el número de teléfono de la central de mi piso en la empresa. ¿Cuánto hacía que trabajaba allí? ¿Diez años? ¿Quince? Tal vez cerca de veinte. ¿Cómo alguien podría olvidar algo así? Años de rutina y tedio estaban afectando mi memoria. Parecía ser irreversible. Temí que una enfermedad heredada o contagiosa se estuviera asentando y quedara como mis padres, sumida en una profunda e impenetrable ausencia. Del otro lado del teléfono una voz digital me indicaba varios números que iban derivándome a varias contestadoras hasta dar con una voz humana o por lo menos, parecida. Era inusual faltar a mi trabajo. En tantos años jamás lo había hecho. A pesar de eso se me explicó que afectaría la contabilización de mis días de trabajo para la jubilación. Me dio lo mismo. No me detuve a pensarlo y exigí que enviaran al médico estatal para certificar mi ausencia. Llegaría como máximo en tres horas, así que en ese estado planifiqué el resto del día. Aprovecharía la ocasión para visitar a mis padres.
     La espera fue tensa pero breve. El médico solo me hizo unas preguntas y no quiso traspasar el umbral. Cuando le conté que sangraba la nariz cada vez con más frecuencia, causándome mareos y hasta desmayos, levantó la vista del documento sobre el que estaba escribiendo.
     -Es una enfermedad cada vez más común, lo siento. No hay solución. Le diría que asista a un hospital público, pero probablemente la atiendan en un año o más. No es posible conseguir medicamentos para su condición; el Estado no los reparte y son demasiado costosos.
     Estiró su brazo y examinó los ojos bajo mis párpados mientras me explicó que tenía anemia. Sacó un tensiómetro de su maletín y ahí, parados en la puerta de entrada me dijo que tenía la presión demasiado alta. Me tomó la temperatura y no se mostró sorprendido por el resultado. Afirmó con certeza que si continuaba así probablemente no tendría chances de sobrevivir. No supe qué decirle. Sabía que no tenía sentido rogar por atención médica especializada. Atiné a preguntarle si estaba seguro y me contestó con cierta resignación en la mirada que era la misma enfermedad que estaba matando a todos. Que estábamos intoxicados, mal alimentados, y atacados por un montón de bacterias imposibles de tratar. Se despidió con una disculpa y percibí otra vez un dejo de amargura en su rostro. Un médico que no puede curar.. (…).

Andrea Arismendi, Cuando eso acecha.

lunes, 19 de abril de 2021

Carta IV de Robert Walton a su hermana Margaret Frankenstein Módulo introductorio

                                                                

 Carta IV

  Inglaterra, 5 de agosto de 17...


Querida Sra. Saville:

                               Nos ha ocurrido un accidente tan extraño, que no puedo dejar de anotarlo, si  bien es muy probable que me veas ante de que estos papeles lleguen a tus manos.

                               El lunes pasado (31 de julio) nos hallábamos rodeados por el hielo, que cercaba el barco por todos los lados, dejándonos apenas el agua precisa para continuar a flote. Nuestra situación era algo peligrosa, sobre todo porque nos envolvía una espesa niebla. Decidimos, por tanto, permanecer al pairo con la esperanza de que adviniera algún cambio en la atmósfera y el tiempo.

                              Hacia las dos de la tarde, la niebla levantó y observamos, extendiéndose en todas direcciones, inmensas e irregulares capas de hielo que parecían no tener fin. Algunos de mis compañeros lanzaron un gemido, y yo mismo empezaba a intranquilizarme, cuando de pronto una insólita imagen acaparó nuestra atención y distrajo nuestros pensamientos de la situación en la que nos encontrábamos. Como a media milla y en dirección al Norte vimos un vehículo de poca altura, sujeto a un trineo y tirado por perros. Un ser de apariencia humana, pero de gigantesca estatura, iba sentado en el trineo y dirigía los perros. Observamos con el catalejo el rápido avance del viajero hasta que se perdió entre los lejanos montículos de hielo.

                                Por la mañana, en cuanto hubo amanecido, salí a cubierta y me encontré a toda la tripulación a un lado del navío, aparentemente conversando con alguien fuera del barco. En efecto, sobre un gran fragmento de hielo, que se nos había acercado durante la noche, había un trineo parecido al que ya  habíamos divisado. Únicamente un perro permanecía vivo: pero había un ser humano en el trineo, al cual los marineros intentaban persuadir de que subiera al barco. No parecía como el viajero de la noche anterior, un habitante salvaje procedente de alguna isla inexplorada, sino un europeo. Cuando aparecí en cubierta, mi segundo oficial gritó: -Aquí está nuestro capitán, y no permitirá que usted muera en mar abierto.

        Al verme, el hombre se dirigió a mí en inglés, si bien con acento extranjero: -antes de subir al navío -dijo- ¿tendría la amabilidad de indicarme hacia dónde se dirige?

            Podrás imaginar mi sorpresa al oír semejante pregunta de labios de una persona al borde de la muerte y para la cual yo habría pensado que mi barco ofrecía un recurso que no hubiese cambiado ni por las mayores riquezas del mundo. Le respondí, sin embargo, que nos dirigíamos al Polo Norte en viaje de exploración.

                    Pareció satisfacerle y consintió subir a bordo. ¡Santo cielo, Margaret! Si hubieras visto al hombre que de esta forma ponía condiciones a su salvación, tu sorpresa hubiera sido ilimitada. Tenía los miembros casi helados y el cuerpo horriblemente demacrado por la fatiga y el sufrimiento, jamás vi hombre alguno en condición tan lastimosa. Intentamos llevarlo al camarote, pero e cuanto dejó de estar al aire libre perdió el conocimiento, de manera que volvimos a subirlo a cubierta y lo reanimamos frotándolo con coñac y obligándolo a beber una pequeña cantidad. [...]

                    Así pasaron dos días, sin que pudiera hablar, y a menudo temí que los sufrimientos le hubiesen privado de la razón. Cuando se hubo repuesto un poco, lo llevé a mi propio camarote y lo atendí cuanto me lo permitían mis obligaciones. Nunca había conocido nadie más interesante. Suele tener una expresión exaltada, como de locura, en la mirada. Pero hay momentos en los que, si alguien le demuestra alguna atención o le presta el más mínimo servicio, se le ilumina la cara con un benevolencia y ternura que no he visto en otro hombre. Cuando mi huésped se encontró un poco mejor, expresó:

                - Voy en busca de alguien que huyó de mí.

               - ¿ Y el hombre a quien perseguía viajaba de manera semejante?

               - Sí.

               - Entonces pienso que lo hemos visto, pues el día antes de recogerlo a usted vimos unos perros tirando de un trineo, en el cual iba un hombre. [...]

                  Por lo que respecta a este extraño incidente, este es mi diario hasta el momento. la salud de nuestro huésped ha ido mejorando gradualmente, pero apenas habla, y parece inquietarse cuando alguien que no sea yo entra en su camarote. Sin embargo, sus modales son tan conciliadores y delicados, que todos los marineros se interesan por su estado, a pesar de no haber tenido apenas relación con él. Por mi parte, empiezo a quererlo como a un hermano, su constante y profundo pesar me llena de piedad y simpatía. Debe haber sido una persona muy noble en otros tiempos, ya que, deshecho como está ahora, sigue siendo tan interesante y amable. Te decía en una de mis cartas, querida Margaret, que no hallaría ningún amigo en el vasto océano, pero he encontrado un hombre a quien, antes que la desgracia quebrara su espíritu, me hubiera gustado tener por hermano.

                    De tener nuevos incidentes que relatar respecto del extranjero, te tendré al tanto.

                           Afectuosamente, tu hermano,


                                                                                                    Robert Walton

                        

jueves, 18 de marzo de 2021

Evaluación 1er año

Taller I 1o. A Género de texto: fábula Evaluación diagnóstica Lee con atención el texto y realiza lo siguiente: • Copia los dos primeros párrafos de la fábula, preferentemente en letra cursiva o imprenta respetando mayúsculas y minúsculas. • ¿Por qué es una fábula? Usa los conocimientos compartidos en clase. • ¿Cómo te das cuenta que comienza un diálogo? • Busca en el diccionario el significado de las palabras: “magullar, melancólica, guijarro, coraza”. • ¿De qué palabra derivan los términos escritos a continuación? arroyuelo cangrejote orgullosamente muchísimo cangrejito • Escribe un texto que proporcione otro final al relato no superior a seis renglones. -----------------------------------------------.

Evaluación 2os.

Taller 1. Segundos años Evaluación diagnóstica 1) ¿Quién escribe la carta? 2) ¿A quién va dirigida? Nombre completo. 3) Fecha y localización. 4) ¿A qué se dedica Robert Walton y qué peligros enfrentó en el mar? 5)¿Qué características personales poseen sus hombres? 6) ¿Cómo le promete a su hermana que será en su viaje? 7) Busca en el diccionario las siguientes palabras: “témpano, indomado y hálito”. Escribe la acepción más adecuada con el sentido que tiene en el texto. 8) Copia fecha, encabezado, saludo y primer párrafo del cuerpo de la epístola. 9) Señala dos enunciados, y tres verbos conjugados. 10) Escribe una carta a tu primo/a expresándole que irás a visitarlo en Turismo. Cuéntale sobre tus primeros días de clase. Sigue el modelo trabajado en clase con los cambios de época pertinentes.

domingo, 7 de marzo de 2021

 Fábula del caballo y el asno

Un  hombre tenía un caballo y un asno.

Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.

Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel de asno. Y el caballo suspirando dijo:

- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que llevar todo, y hasta con la piel de asno encima!

Moraleja o enseñanza: Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

miércoles, 24 de febrero de 2021

Carta o epístola. Módulo introductorio.

Carta III                                    

  Inglaterra, 7 de julio de 17...


Sra. Saville:

Querida hermana: 

                                        Escribo estas pocas líneas con prisa, y para decirte que estoy a salvo y muy adelantado en mi viaje. Esta carta llegará a Inglaterra en un buque mercante que parte dentro de poco de regreso desde Arcángel, más afortunado que yo, que tal vez pasaré muchos años sin ver mi tierra natal. A pesar de eso, mi ánimo se mantiene firme: mis hombres son valerosos y al parecer decididos, sin que parezca impresionarlos los témpanos flotantes que cruzamos continuamente y que son señal de los riesgos que ofrece la zona hacia la cual nos acercamos. Hemos ya alcanzado una latitud muy alta, pero estamos en pleno verano y, aunque no hace tanto calor como en Inglaterra, los vientos del Sur que nos impulsan con rapidez hacia las costas que con tanto ardor deseo tocar, traen un hálito templado, del que no esperaba gozar.

                                    Hasta ahora no nos ha pasado nada digno de contar. Uno o dos huracanes y alguna vía de agua son cosas que los navegantes experimentados apenas recuerdan. Me consideraré muy feliz si nada peor nos sucede durante el viaje.

                                    Adiós mi querida Margaret. Ten la seguridad de que, por mi propio bien y por el tuyo, evitaré riesgos inútiles. Seré tranquilo, perseverante y prudente. Mas el triunfo tiene que coronar mis esfuerzos. ¿Por qué no? Hasta ahora he avanzado por ruta segura sobre los mares sin límites ni marcas. Las estrellas mismas son testigos y testimonio de mi triunfo. ¿Por qué no he de seguir avanzando por el elemento indomado pero obediente? ¿Qué puede contener al corazón decidido y a la firmeza de voluntad de un hombre? Mi esperanzado corazón se vuelca así, involuntariamente, en esta carta. Pero tengo que ponerle fin. 

                                    ¡Dios bendiga a mi hermana querida!

                                     Tuyo afectuosamente,

                                                                                                              Robert Walton


Fragmento de Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary W. Shelley

                                

Carta o epístola de Juan Zorrilla de San Martín a su hijo José Luis.

                                                     Montevideo, 20 de mayo de 1914


Mi querido José Luis:

                               Llegaron ayer las dos cartas suyas, una para Elvira y otra -por fin- para mí. El correo anda como la mona. Ya se regularizará y acaso aparezcan las cartas que por lo visto has mandado y se han perdido. Mucho me ha interesado tu impresión de París y la calle Lubeck donde vives.

                                ¿Conque has sufrido un desencanto con el gran Rodin? No me sorprende. Los sufrirás y mayores de los que puedas imaginar. Pero son desencantos  educativos. Eso es todo: ver las realidades a través de las apariencias: evitar la poudre aux deux, los prestigios clamorosos.

                              Por esta santa casa, la procesión sigue su curso, mi ruda labor de Punta Carretas me impidió, efectivamente, tener el gusto de recibir el otro día a Bimba; pero he encargado a Elvira que la invite en mi nombre a comer uno de estos días con nosotros. No faltará, por cierto, ni el fiambrecito ni las bananas clásicas con que se obsequia a las personas que nos son queridas en este hogar.

                            Y nada más por ahora, pues mi principal objeto ha sido, al escribirte cuatro letras, el no contar con las promesas de tus activos hermanos. Recibe, pues, por mi intermedio, el abrazo de ellos. Y muy especialmente el muy cariñoso de 

                                                                     Tu padre


                                   A mí me aplauden. Las historias que China no contó. Diego Fischer.

martes, 26 de enero de 2021

 “Marionetas S.A.”, de Ray Bradbury

En El hombre ilustrado (1950)

Traducción al español de Francico Abelenda

Caminaban lentamente por la calle, a eso de las diez de la noche, hablando con

tranquilidad. No tenían más de treinta y cinco años. Estaban muy serios.

-Pero ¿por qué tan temprano? -dijo Smith.

-Porque sí -dijo Braling.

-Tu primera salida en todos estos años y te vuelves a casa a las diez.

-Nervios, supongo.

-Me pregunto cómo te las habrás ingeniado. Durante diez años he tratado de sacarte a

beber una copa. Y hoy, la primera noche, quieres volver en seguida.

-No tengo que abusar de mi suerte -dijo Braling.

-Pero, ¿qué has hecho? ¿Le has dado un somnífero a tu mujer?

-No. Eso sería inmoral. Ya verás.

Doblaron la esquina.

-De veras, Braling, odio tener que decírtelo, pero has tenido mucha paciencia con ella.

Tu matrimonio ha sido terrible.

-Yo no diría eso.

-Nadie ignora cómo consiguió casarse contigo. Allá, en 1979, cuando ibas a salir para Río.

-Querido Río. Tantos proyectos y nunca llegué a ir.

-Y cómo ella se desgarró la ropa, y se desordenó el cabello, y te amenazó con llamar a la

policía si no te casabas con ella.

-Siempre fue un poco nerviosa, Smith, entiéndelo.

-Había algo más. Tú no la querías. Se lo dijiste, ¿no es así?

-En eso siempre fui muy firme.

-Pero sin embargo te casaste.

-Tenía que pensar en mi empleo, y también en mi madre, y en mi padre. Una cosa así

hubiese terminado con ellos.

-Y han pasado diez años.

-Sí -dijo Braling, mirándolo serenamente con sus ojos grises-. Pero creo que todo va a

cambiar. Mira.

Braling sacó un largo billete azul.

-¡Cómo! ¡Un billete para Río! ¡El cohete del jueves!

-Sí, al fin voy a hacer mi viaje.

-¡Es maravilloso! Te lo mereces de veras. Pero, ¿y tu mujer, no se opondrá? ¿No te hará

una escena?

Braling sonrió nerviosamente.-No sabe que me voy. Volveré de Río de Janeiro dentro de un mes y nadie habrá

notado mi ausencia, excepto tú.

Smith suspiró.

-Me gustaría ir contigo.

-Pobre Smith, tu matrimonio no ha sido precisamente un lecho de rosas, ¿eh?

-No, exactamente. Casado con una mujer que todo lo exagera. Es decir, después de

diez años de matrimonio, ya no esperas que tu mujer se te siente en las rodillas dos horas

todas las noches; ni que te llame al trabajo doce veces al día, ni que te hable en media

lengua. Y parece como si en este último mes se hubiese puesto todavía peor. Me

pregunto si no será una simple.

-Ah, Smith, siempre el mismo conservador. Bueno, llegamos a mi casa. ¿Quieres

conocer mi secreto? ¿Cómo pude salir esta noche?

-Me gustaría saberlo.

-Mira allá arriba -dijo Braling.

Los dos hombres se quedaron mirando el aire oscuro.

En una ventana del segundo piso apareció una sombra. Un hombre de treinta y cinco

años, de sienes canosas, ojos tristes y grises y bigote minúsculo se asomó y miró hacia

abajo.

-Pero, cómo, ¡eres tú! -gritó Smith.

-¡Chist! ¡No tan alto!

Braling agitó una mano.

El hombre respondió con un ademán y desapareció.

-Me he vuelto loco -dijo Smith.

-Espera un momento.

Los hombres esperaron.

Se abrió la puerta de calle y el alto caballero de los finos bigotes y los ojos tristes salió

cortésmente a recibirlos.

-Hola, Braling -dijo.

-Hola, Braling Dos-dijo Braling.

Eran idénticos.

Smith abría los ojos.

-¿Es tu hermano gemelo? No sabía que...

-No, no -dijo Braling serenamente-. Inclínate. Pon el oído en el pecho de Braling Dos.

Smith titubeó un instante y al fin se inclinó y apoyó la cabeza en las impasibles

costillas.

Tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic.-¡Oh, no! ¡No puede ser!

-Es.

-Déjame escuchar de nuevo.

Tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic.

Smith dio un paso atrás y parpadeó, asombrado. Extendió una mano y tocó los brazos

tibios y las mejillas del muñeco.

-¿Dónde lo conseguiste?

-¿No está bien hecho?

-Es increíble. ¿Dónde?

-Dale al señor tu tarjeta, Braling Dos.

Braling Dos movió los dedos como un prestidigitador y sacó una tarjeta blanca.

"MARIONETAS, SOCIEDAD ANÓNIMA

Nuevos Modelos de Humanoides Elásticos.

De funcionamiento garantizado.

Desde 7.600 a 15.000 dólares.

Todo de litio."

-No -dijo Smith.

-Sí -dijo Braling.

-Claro que sí -dijo Braling Dos.

-¿Desde cuándo lo tienes?

-Desde hace un mes. Lo guardo en el sótano, en el cajón de las herramientas. Mi mujer

nunca baja, y sólo yo tengo la llave del cajón. Esta noche dije que salía a comprar unos

cigarros. Bajé al sótano, saqué a Braling Dos de su encierro, y lo mandé arriba, para que

acompañara a mi mujer, mientras yo iba a verte, Smith.

-¡Maravilloso! ¡Hasta huele como tú! ¡Perfume de Bond Street y tabaco Melachrinos!

-Quizás me preocupe por minucias, pero creo que me comporto correctamente. Al fin y al

cabo mi mujer me necesita a mí. Y esta marioneta es igual a mí, hasta el último detalle.

He estado en casa toda la noche. Estaré en casa con ella todo el mes próximo. Mientras

tanto otro caballero paseará al fin por Río. Diez años esperando ese viaje. Y cuando yo

vuelva de Río, Braling Dos volverá a su cajón.

Smith reflexionó un minuto o dos.

-¿Y seguirá marchando solo durante todo ese mes? -preguntó al fin.

-Y durante seis meses, si fuese necesario. Puede hacer cualquier cosa -comer, dormir,

transpirar cualquier cosa, y de un modo totalmente natural. Cuidarás muy bien a mi mujer,

¿no es cierto, Braling Dos?-Su mujer es encantadora -dijo Braling Dos-. Estoy tomándole cariño.

Smith se estremeció.

-¿Y desde cuándo funciona Marionetas, S. A.?

-Secretamente, desde hace dos años.

-Podría yo... quiero decir, sería posible... -Smith tomó a su amigo por el codo-. ¿Me

dirías dónde puedo conseguir un robot, una marioneta, para mí? Me darás la dirección,

¿no es cierto?

-Aquí la tienes.

Smith tomó la tarjeta y la hizo girar entre los dedos.

-Gracias -dijo-. No sabes lo que esto significa. Un pequeño respiro. Una noche, una vez al

mes... Mi mujer me quiere tanto que no me deja salir ni una hora. Yo también la quiero

mucho, pero recuerda el viejo poema: «El amor volará si lo dejas; el amor volará si lo

atas.» Sólo deseo que ella afloje un poco su abrazo.

-Tienes suerte, después de todo. Tu mujer te quiere. La mía me odia. No es tan

sencillo.

-Oh, Nettie me quiere locamente. Mi tarea consistirá en que me quiera cómodamente.

-Buena suerte, Smith. No dejes de venir mientras estoy en Río. Mi mujer se extrañará si

desaparecieras de pronto. Tienes que tratar a Braling Dos, aquí presente, lo mismo que a

mí.

-Tienes razón. Adiós. Y gracias.

Smith se fue, sonriendo, calle abajo. Braling y Braling Dos se encaminaron hacia la

casa.

Ya en el ómnibus, Smith examinó la tarjeta silbando suavemente.

"Se ruega al señor cliente que no hable de su compra. Aunque ha sido presentado al

Congreso un proyecto para legalizar Marionetas, S. A., la ley pena aún el uso de los

robots."

-Bueno -dijo Smith.

"Se le sacará al cliente un molde del cuerpo y una muestra del color de los ojos, labios,

cabellos, piel, etc. El cliente deberá esperar dos meses a que su modelo esté terminado."

No es tanto, pensó Smith. De aquí a dos meses mis costillas podrán descansar al fin de

los apretujones diarios. De aquí a dos meses mi mano se curará de esta presión

incesante. De aquí a dos meses mi aplastado labio inferior recobrará su tamaño normal.

No quiero parecer ingrato, pero... Smith dio vuelta la tarjeta."Marionetas, S. A. funciona desde hace dos años. Se enorgullece de poseer una larga

lista de satisfechos clientes. Nuestro lema es «Nada de ataduras.» Dirección: 43 South

Wesley."

El ómnibus se detuvo. Smith descendió, y caminó hasta su casa diciéndose a sí mismo:

Nettie y yo tenemos quince mil dólares en el banco. Podría sacar unos ocho mil con la

excusa de un negocio. La marioneta me devolverá el dinero, y con intereses. Nettie nunca

lo sabrá.

Abrió la puerta de su casa y poco después entraba en el dormitorio. Allí estaba Nettie,

pálida, gorda, y serenamente dormida.

-Querida Nettie. -Al ver en la semioscuridad ese rostro inocente, Smith se sintió

aplastado, casi, por los remordimientos-. Si estuvieses despierta me asfixiarías con tus

besos y me hablarías al oído. Me haces sentir, realmente, como un criminal. Has sido una

esposa tan cariñosa y tan buena. A veces me cuesta creer que te hayas casado conmigo,

y no con Bud Chapman, aquel que tanto te gustaba. Y en este último mes has estado

todavía más enamorada que antes.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Sintió de pronto deseos de besarla, de confesarle su

amor, de hacer pedazos la tarjeta, de olvidarse de todo el asunto. Pero al adelantarse

hacia Nettie sintió que la mano le dolía y que las costillas se le quejaban. Se detuvo, con

ojos desolados, y volvió la cabeza. Salió de la alcoba y atravesó las habitaciones oscuras.

Entró canturreando en la biblioteca, abrió uno de los cajones del escritorio, y sacó la

libreta de cheques.

-Sólo ocho mil dólares -dijo-. No más. -Se detuvo-. Un momento.

Hojeó febrilmente la libreta.

-¡Pero cómo! -gritó-. ¡Faltan diez mil dólares! -Se incorporó de un salto-. ¡Sólo quedan

cinco mil!

¿Qué ha hecho Nettie? ¿Qué ha hecho con ese dinero? ¿Más sombreros, más

vestidos, más perfumes? ¡Ya sé! ¡Ha comprado aquella casita a orillas del Hudson de la

que ha estado hablando durante tantos meses!

Se precipitó hacia el dormitorio, virtuosamente indignado. ¿Qué era eso de disponer así

del dinero? Se inclinó sobre su mujer.

-¡Nettie! -gritó-. ¡Nettie, despierta!

Nettie no se movió.

-¡Qué has hecho con mi dinero! -rugió Smith.

Nettie se agitó, ligeramente. La luz de la calle brillaba en sus hermosas mejillas.

A Nettie le pasaba algo. El corazón de Smith latía con violencia. Se le secó la boca. Se

estremeció. Se le aflojaron las rodillas.

-¡Nettie, Nettie! -dijo-. ¿Qué has hecho con mi dinero?

Y en seguida, esa idea horrible. Y luego el terror y la soledad. Y luego el infierno, y la

desilusión. Smith se inclinó hacia ella, más y más, hasta que su oreja febril descansó,

firmemente, irrevocablemente, sobre el pecho redondo y rosado.-¡Nettie! -gritó.

Tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic...

Mientras Smith se alejaba por la avenida, internándose en la noche, Braling y Braling

Dos se volvieron hacia la puerta de la casa.

-Me alegra que él también pueda ser feliz -dijo Braling.

-Sí -dijo Braling Dos distraídamente.

-Bueno, ha llegado la hora del cajón, Braling Dos.

-Precisamente quería hablarle de eso -dijo el otro Braling mientras entraban en la casa-.

El sótano. No me gusta. No me gusta ese cajón.

-Trataré de hacerlo un poco más cómodo.

-Las marionetas están hechas para andar, no para quedarse quietas. ¿Le gustaría

pasarse las horas metido en un cajón?

-Bueno...

-No le gustaría nada. Sigo funcionando. No hay modo de pararme. Estoy perfectamente

vivo y tengo sentimientos.

-Esta vez sólo será por unos días. Saldré para Río y entonces podrás salir del cajón.

Podrás vivir arriba.

Braling Dos se mostró irritado.

-Y cuando usted regrese de sus vacaciones, volveré al cajón.

-No me dijeron que iba a vérmelas con un modelo difícil.

-Nos conocen poco -dijo Braling Dos-. Somos muy nuevos. Y sensitivos. No me gusta

nada imaginarlo al sol, riéndose, mientras yo me quedo aquí pasando frío.

-Pero he deseado ese viaje toda mi vida -dijo Braling serenamente.

Cerró los ojos y vio el mar y las montañas y las arenas amarillas. El ruido de las olas le

acunaba la mente. El sol le acariciaba los hombros desnudos. El vino era magnífico.

-Yo nunca podré ir a Río -dijo el otro-. ¿Ha pensado en eso?

-No, yo...

-Y algo más. Su esposa.

-¿Qué pasa con ella? -preguntó Braling alejándose hacia la puerta del sótano.

-La aprecio mucho.

Braling se pasó nerviosamente la lengua por los labios.

-Me alegra que te guste.

-Parece que usted no me entiende. Creo que... estoy enamorado de ella.Braling dio un paso adelante y se detuvo.

-¿Estás qué?

-Y he estado pensando -dijo Braling Dos- qué hermoso sería ir a Río, y yo que nunca

podré ir...

Y he pensado en su esposa y... creo que podríamos ser muy felices, los dos, yo y ella.

-M-m-muy bien.-Braling caminó haciéndose el distraído hacia la puerta del sótano-.

Espera un momento, ¿quieres? tengo que llamar por teléfono.

Braling Dos frunció el ceño.

-¿A quién?

-Nada importante.

-¿A Marionetas, Sociedad Anónima? ¿Para decirles que vengan a buscarme?

-No, no... ¡Nada de eso!

Braling corrió hacia la puerta. Unas manos dc hierro lo tomaron por los brazos.

-¡No se escape!

-¡Suéltame!

-No.

-¿Te aconsejó mi mujer hacer esto?

-No.

-¿Sospechó algo? ¿Habló contigo? ¿Está enterada?

Braling se puso a gritar. Una mano le tapó la boca.

-No lo sabrá nunca, ¿me entiende? No lo sabrá nunca.

Braling se debatió.

-Ella tiene que haber sospechado. ¡Tiene que haber influido en tí!

-Voy a encerrarlo en el cajón. Luego perderé la llave y compraré otro billete para Río,

para su esposa.

-¡Un momento, un momento! ¡Espera! No te apresures. Hablemos con tranquilidad.

-Adiós, Braling.

Braling se endureció.

-¿Qué quieres decir con «adiós»?

Diez minutos más tarde, la señora Braling abrió los ojos. Se llevó la mano a la mejilla.

Alguien la había besado. Se estremeció y alzó la vista.

-Cómo... No lo hacías desde hace años -murmuró.

-Ya arreglaremos eso -dijo alguien.