domingo, 12 de junio de 2022

Carta de Lucy Westerna a Mina Murray

                                                             Miércoles, calle Chatam, 17...


    Queridísima Mina:

                                  La verdad es que tus reproches no tienen fundamento; te he escrito dos veces desde que nos separamos, y tu última carta solo es la segunda que me envías. Además, no tengo ninguna novedad que contarte... de veras, nada que te pueda interesar. Salimos mucho, bien para visitar exposiciones de cuadros, bien para pasear a pie o a caballo por el parque.

                                  Respecto al joven guapo de cabello rizado, supongo que aludes al que me acompañó al último concierto. Sí, creo que han corrido ciertos rumores...Se trata del señor Holmwood. Nos visita a menudo, y mi mamá y él congenian mucho, y parecen interesarse por las mismas cosas. ¡Ah!, últimamente hemos conocido a alguien que vendría sensacional si no fuera que estás prometida de Jonathan. ¡Se trata de un partido excelente! Un joven guapo de veintinueve años y ya es director de un manicomio muy importante. Me lo presentó el otro día el señor Holmwood, y ese doctor también suele visitarnos a menudo. Creo que es el hombre más firme, más resuelto que conozco y, al mismo tiempo, el más sereno. Su carácter es imperturbable. Me imagino el extraño poder que debe ejercer sobre sus enfermos. Siempre te mira fijamente a los ojos, como si quisiera leer los pensamientos de una. Conmigo suele obrar de esa forma, aunque me ufano de poderte asegurar que todavía no ha logrado su objetivo. Me basta con mirarme en el espejo. ¿Has intentado alguna vez leer en tu propio rostro? Yo lo he hecho y te aseguro que no se pierde el tiempo, aunque es mucho más difícil de lo que la gente cree. Este médico afirma que yo soy para él un caso psicológico bastante curioso y, humildemente, pienso que tiene razón. ¡Oh, la psicología...! Como sabes, no estoy lo bastante interesada por la ropa como para poder describir la moda actual. La ropa es una lata. Es una expresión del argot, pero na hagas caso, Arthur lo dice todo el tiempo.

            Y estas son todas mis noticias. Mina, desde niñas, siempre nos hemos confiado todo nuestros secretos, hemos dormido juntas, comido juntas, reído y llorado juntas... y ahora que estoy hablando contigo, quisiera seguir haciéndolo más aún. ¡Oh!, Mina, ¿no lo has adivinado? ¡Le amo! ¡Le amo! ¡Oh, sí!, escribirlo me desahoga. Qué pena no estar a tu lado, querida, junto a la chimenea, como solíamos hacer... De este modo, hablaríamos incesantemente de este amor y procuraría hacerte comprender lo que siento. ¡Oh!, no sé cómo me animo a escribir estas confidencias, ni siquiera a ti. Temo dejar de escribir, pues tal vez acabe por romper esta carta y por otro lado, desearía seguir escribiendo para contarte todo lo que experimento dentro de mí. Contéstame inmediatamente, y dime con franqueza lo que piensas. ¡Oh! Mina, es preciso que concluya. Buenas noches. Reza por mí y por mi felicidad.

                                                                                                                                Lucy

P.D.: No es necesario que te diga que se trata de un secreto, ¿verdad? Otra vez, buenas noches, Lucy.