sábado, 27 de abril de 2024

Frankenstein Diario de R. Walton

13 de septiembre de 17 Ayer, el extraño me dijo. -Habrá comprendido fácilmente, capitán Walton, que sufrido desgracias sin paralelo. En cierto momento me prometí llevar conmigo a la tumba el recuerdo de esas desgracias, pero usted ha conquistado mi simpatía hasta el punto de hacerme quebrantar la promesa. Va en busca de conocimiento y sabiduría, como lo hice yo antes, y deseo ardientemente que el cumplimiento de sus esperanzas no se una víbora lo pique, como lo fue para mí. No sé si la relación de mis desgracias le será de utilidad. Sin embargo, cuando pienso que sigue el mismo camino que seguí yo y se expone a los mismos peligros que han hecho de mí lo que soy, imagino que podrá extraer de mi experiencia algunas enseñanzas que le sirvan de guía si triunfa en su empresa y que lo consuelen si fracasa. Dispóngase a oír sucesos que pueden consirderarse maravillosos. Si estuviésemos en una naturaleza más cultivada temería quizá su incredulidad y hasta que hallara ridículo mi reltato, pero en estas agrestes y misteriosas regiones parecerán posibles, muchas cosas que provocarían la risa de quienes no están familiarizados con las siempre cambiantes fuerzas de la naturaleza. Tengo además la seguridad de que mi relato lleva en sí la prueba de la veracidad de los sucesos que lo escalonan. Comprenderás que me agradó su promesa. Aunque no podía aceptar que renovase su pena con un relato de sus desgracias, anhelaba oír la narración, en parte por curiosidad y en parte por un intenso deseo de mejorar su destino si en mis manos estaba. Expuse esos pensanmientos en mi respuesta. -Le agradezco su simpatía, pero es inútil -repuso- Mi destino está ya casi cumplido. Solo espero una cosa, y después podré descansar en paz. Comprendo sus pensamientos, amigo mío, si me permite llamarlo así; nada puede alterar mi destino. Escuche mi historia y comprendrá cuán irrevocablemente está sellado. Después me dijo que empezaría un relato al día siguiente cuando yo no tuviese qué hacer, promesa que agradecí con entusiasmo. He decidido que todas las noches, cuando no me lo impidan mis obligaciones, anotareé con sus propias palabras si puedo, cuanto me ha dicho durante el día. Si estuviese ocupado haré por los menos algunos breves apuntes. Este manuscrito te proporcionará sin duda ratos muy agradables, pero yo, que conozco a su protagonista y que oigo el relato de sus propios labios, espero leerlo con interés y simpatía extraordinarios algún día. (...).