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Mi historia impieza el día que la maestra nos enseñó el árbol de la familia de unos reye. En el pizarrón, dibujó los rey, despos los padre del rey y de la reina, los avo, y así siguió enllenando el pasado con gajos que se iban para atrás, que terminaban cerca de Dios. En el final de la clase, mandó que nosotro hiciera de deber, el árbol de nuestra familia.
Cuando yo pedí para mi madre que me ayudara completar el árbol con el nombre de los familiar, ella me miró raro y me disse que despós. Al rato, yo volví a perdir y ella que ahor no porque istaba haciendo cualquier bobada. Intonce, yo intendí y inventé mi árbol parecido al de los reye.
Para la maestra que corrigió mis deber, yo venía de un álamo completo y firme, que protegía los hueso de mi casa.
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Mi madre borró el pasado de su boca. "Hijo, no me hagas hablar desas cosas que a mí no me gusta. El pasado quedó atrás, ya me esquecí" Yo conocí algo de ella por mi tío y por la Mama. Historia de árbol contada por otros árbol.
En la cáscara de mi madre yo descubrí el sufrimiento de cuando ella era una plantita y ya había un padre fedendo alcohol, con los puño de púa, golpeando todo lo que cruzaba em diante. Para una florcita debe ser difícil dar color, teniendo que esquivar las patada del padre y descubrir que la madre se secó, soñando con otros hombre como si fueran más importante que su semilla.
La tela de mi madre siempre eran del día que ella las estaba cortando. Sus ojo no miraban para atrás. Para ella, tela anochecida era tela muerta.
Siempre esperé el día en que mi madre contara toda mi historia. Explicarme cómo fui semilla, en qué tierra nací, cuántas vez me plantaron y si alguna vez llegué a dar flor...
Pero mi madre nunca llegó a coser todos los retazo de mi histora porque ellos la arrancaron de raíz y la atiraron en una cama del hospital. Yo vi mi madre murcharse día tras día, se quejando de dolor de cabeza y vi los médico de Artiga desaparecer y no traer ni un vaso de agua para regar mi madre.
Tierra dura esta. Dureza de no dejar que el pie raye tiempo en el piso de fierro. Por más que uno se agache estirando los ojo, nunca encontra los día. Semo viralata. Olfateamos buscando saber aonde estamo, perseguindo el rastro para memorizar de onde venimo, pero siempre el tacuaral se adueña del patio, la ventolera lambe el suelo y enllena las alma de tierra.
En Artiga, nadies sabe qué es.
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Mas el destino no me deja morir. Tal vez, ele quiera que yo aprenda a mirar la gente, ver el color de sus hoja, el tamaño de sus pata, pra poder escribir en mi cuaderno. Asvés, yo sueño que estas palabras caerán en las mano de algún yuyo que como yo, sea hijo de los eco. Tal vez, mis palabras de semilla, ayufen a aguien a se plantar.
Dibujar es lo único que puedo hacer mientras ispero la muerte. Escribo para no morir de tristeza. Quiero gastar todas las lembranca para morir con la memoria vacía, viendo la soleda se adueñar de todas las pieza de mi casa. El tiempo va arrugando la memoria y tengo que hacer fuerza para que los pedazo de madera que viví, aparezcan flotando y no hundan en las aguas marronientas del olvido. En Artiga, uno sempre corre el riesgo de pasar por la vida sin dejar un nombre para que los otros cuscos ladren, mentras se pelean por la bolsa de basura. Nestas tierra, uno yace viejo, isperando las siesta, tomando mate dulce, aguantando hasta que el sol se caiga y empiecen las novela, por isso, los hueso de la cabeza se enferrujan y uno es menos que una piedra en un rincón del mundo.
Viralata, Fabián Severo, Editorial Estuario.