domingo, 4 de mayo de 2025

Un viaje infernal. Crónica.

 Un viaje infernal


    -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    Buenos Aires, 5 de mayo de 1729 

    ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

        Una sed infernal, comida agusanada, alojamiento hacinante y un buque comido por las chinches, pulgas, y piojos debió sufrir, durante el largo viaje, el segundo contingente de inmigrantes canarios que llegaron a poblar la vecina San Felipe y Santiago de Montevideo. Terroríficos detalles de esa travesía a bordo de la nave "San Bruno", fueron proporcionados ayer por el jesuíta P. Cayetano Cattáneo, que viajó en el buque y tiene informaciones vividas desde adentro.                        

Según el sacerdote dicho viaje careció de las mínimas condiciones de higiene y salubridad.

        "Estábamos reducidos al mínimo. Los pasajeros éramos una carga molesta. Pero lo peor no era el apretujamiento, con lo indecoroso y asfixiante que éste era (dormíamos 35 en una estrecha habitación), lo peor era la sed. El agua escaseó escandalosamente a lo largo de la travesía. Se permitían sólo tres vasos al día y la gente vendió hasta la propia camisa para conseguir un vaso extra. Como resultado la gente  llegó a Montevideo medio desnuda. Este trato inhumano se extendía hasta los propios marineros. Varios de ellos acabaron una tina de agua dos días antes de lo previsto y como el castigo el capitán los tuvo un día y medio sin probar una sola gota."

        ¿Significa eso que los pobladores canarios no eran pasajeros? El padre Cattáneo (que viene a ejercer su ministerio aquí, en Buenos Aires) explica el sentido de sus palabras. "Las familias canarias eran consideradas por la compañía asentista de don Cristóbal de Urquijo y don Francisco de Alzáibar como parte de la carga, como cosas y no como seres humanos. Y eso que la Corona les pagó 80 pesos por el transporte y la manutención de cada uno de ellos".

        Al parecer el verdadero negocio de Urquijo y Alzáibar es el transporte de mercaderías, no de colonos. De ahí que reduzcan al máximo el espacio destinado a los pasajeros. 

        Los datos sobre la comida que proporciona Caettáneo no son más alentadores. "La comida no era escasa, pero estaba en malas condiciones. Era raro no encontrar un pedazo de pan que no tuviese gusanos. Pero mucho más insufrible que esa comida incomible eran las pulgas, los piojos, y las chinches que poblaban el barco y asaltaban nuestros cuerpos sin posibilidad de combatirlos. Es que no había forma de lavarse o de cambiarse  de ropa. Se  viajaba  en un hacinamiento tal que nos podíamos ni afeitarnos, y ni siquiera peinarnos".

        Hay más detalles para colmar esa odisea. Cuando llegaron a la zona de la línea ecuatorial los esperó un nuevo martirio. El agua caía a raudales sobre los pasajeros y a las pocas horas los vestidos se les cubrían de gusanos blancos como los del queso. Dice el padre Caettáneo: "Es necesario formular públicamente estas denuncias para que no se repitan viajes similares y don Francisco de Alzáybar  y su  socio aumente sus sórdidas ganancias".

                                                                                Artículo periodístico anónimo.