domingo, 8 de marzo de 2020

prueba diagnóstica


Prueba diagnóstica
Gran parte de la vida del pueblo pasaba por aquel almacén. Las noticias llegaban en el ómnibus de las seis y corrían por el largo mostrador de madera lustrada, donde el gallego Banderas se acodaba a darles la veracidad o el destierro que necesitaba. Tomillos, salamines, galletas, relojes de pared, trajes polvorientos, fideos petrificados, anzuelos viejos, zapatos de punta reforzada y hasta lombrices cultivadas en el fondo de la casa, cerca de la pileta de  lavar ropa. Todo se podía 5 encontrar en aquellos estantes cubiertos de polvo, llenos de adornos inútiles e historias ajadas.
         La tarde en que llegué a comprar medio kilo de la mortadela escondida en la campana de vidrio, a salvo de las moscas, no había nadie en el almacén. Banderas esperaba atrás del mostrador, la calva reluciente a la luz de la lámpara, los anteojos a punto de caerse nariz  abajo por el sudor, un chaleco vetusto queriendo en vano tapar la camisa gastada, y el lápiz de tatuar las compras en la libreta 10   de fiado, con la punta afilada, siempre listo para saltar como un asesino, oculto detrás de la oreja derecha. Rebanó el fiambre sin temblar, demostrando su mentada precisión de cirujano, y lo envolvió en un papel grasiento. Yo me paré en puntas de pie hasta llegar a la altura del mostrador para alcanzarle la libreta. Fue cuando sentí el aliento pesado, mezcla de perfume barato, cigarros viejos y alcohol, que delata a los borrachos que no parecen borrachos. El hombre me sonrió a través     15     de los lentes y preguntó a quemarropa por el “loco de la patilla”. Quedé mudo un instante, sorprendido ante la pregunta, y la rabia me fue tomando todo, el estómago hasta los huesos.
           Desde que tengo memoria, la pasión sin aduanas ha sido mi perdición. Levanté  el envoltorio en un movimiento rápido por encima del mostrador y la mortadela golpeó de lleno en el pecho del gordo de la cara espantada. Le di la espalda y salí raudamente, pero antes de cruzar la puerta giré para 20 mirarlo a los ojos y desaté la bronca atascada en la garganta. “Se llama Antonio y es mi tío”, grité y la voz se despegó distinta. Después corrí hacia la casa, todavía falto de aire por la rabia, a decirles a mi madre que en el almacén de Banderas no quedaba más mortadela.
                                                  Luis do Santos (2017) El zambullidor. Montevideo, Ed. Fin de Siglo.



  1. Menciona tres aspectos de la personalidad del almacenero que te generen asco o rechazo (entre las líneas 8 y 16).
  2. Señala un caso de discurso directo, explica cómo lo reconociste.
  3. ¿Quién dice qué en el texto: el narrador-protagonista, el almacenero u otro personaje?
  1. loco de la patilla”;
  2. Se llama Antonio y es mi tío”;
  3. El hombre me sonrió a través de los lentes…”.
  1. a) Estudia cómo se relacionan las siguientes oraciones:
Rebanó el fiambre sin temblar, demostrando su mentada precisión de cirujano, y lo envolvió en un papel grasiento.”
b) Analiza los complementos del verbo en la oración subrayada e investiga la información gramatical que brinda el morfema flexivo en el verbo conjugado.
c) Clasifica el enunciado según la intención comunicativa.
5) Se describe el almacén entre las líneas 3 y 7 mediante una extensa enumeración.
a) ¿Qué efecto produce en ti como lector ese recurso literario?
b) Ubica un sintagma nominal y estúdialo.

6) Investiga el uso del tilde en las palabras en negrita.

7) Observa en qué tiempo verbal se encuentran los verbos en el primer párrafo:
a) ¿Por qué lo habrá elegido el narrador?
b) Reflexiona sobre la información gramatical que aporta el morfema flexivo en los verbos resaltados en cursiva.